Amo el dolor que me provoco para El, cuando hago de mis manos una extensión de las Suyas para torturar mi carne.
Amo cuando el cristal se disuelve y somos una armonía de dolor, doma y goce.
Amo cuando estoy displicente, y el guarda silencio y se aleja, hasta que lo extraño, lo busco,
y me hecho a Sus pies, anhelante y arrepentida.
Amo las risas, las disquisiciones sobre lo humano y lo divino, las largas charlas
sobre mi vida, Su vida, nuestro mundo.
Amo el haber encontrado a un Amo maravilloso, que llegó para quedarse.
Y más que nada,Amo sobre todas las cosas esa dulce certeza de pertenecerle.