La capacidad de fantasear es indicadora de flexibilidad, creatividad, riqueza interior; aunque, como suele suceder en todos los aspectos de la vida, depende del equilibrio...
Sabemos que la fantasía absoluta despegada de la realidad generalmente indica locura. Así como el apego excesivo a la realidad inhibe y empobrece la vida psíquica y el interjuego de comunicación emocional con los otros.
Una personalidad equilibrada suele discriminar cuándo es conveniente dejarse llevar por las fantasías y cuándo es necesario tener los pies bien plantados sobre la tierra.
En la vida sexual, las fantasías son un aliado necesario y gratificante. Constituyen puntos de apoyo fundamentales para el despliegue del erotismo. Como un estímulo que despierta el deseo, continúan desarrollándose durante el estado hipnoide que implica dejarse llevar por la excitación, apareciendo con más facilidad la transgresión de normas o valores que no se actuarían manifiestamente.
Sin embargo, muchas personas suelen temer a sus fantasías sexuales, tal vez porque ellas no coinciden con lo que es su vida real. Creen que si fantasean puedan desear llevar esas fantasías a la acción y hacer algo que no está permitido por su propia conciencia.
Estudiosos de la vida imaginativa de las personas en relación a su sexualidad han descubierto que las fantasías suelen ser uno de los elementos con mayor resistencia a ser compartidos con otros, aún con la propia pareja. El miedo, la vergüenza, el pensar que sólo uno es el que imagina “semejantes cosas”, suele actuar como inhibidor de las fantasías y de su comunicación.
La culpa empobrece la imaginación e, incluso, lleva a algunas personas a adoptar conductas sexuales totalmente opuestas a su fantasía por temor a ser descubiertas y criticadas. De este modo, también su vida sexual se ve empobrecida, porque estas personas manifiestan actitudes durante el encuentro sexual que realmente no sienten como satisfactorias.
Las parejas que se permiten fantasear y compartir sus fantasías, suelen jugar a que las llevan adelante y ellas incrementan su erotismo. Recordemos que el erotismo es estimulado por nuestros cinco sentidos y por nuestra vida interior representada por fantasías.
Las fantasías sexuales cumplen con varias necesidades. Generalmente tienden a completar una necesidad insatisfecha, cuando ésta se logra, ya no se necesita de esa fantasía en particular.
Algunas personas acuden a ellas para separarse de su pareja real durante la relación sexual, en su cabeza están con otro. Otras recurren a ellas para salir de la rutina del encuentro incluyendo o no a su pareja en su imaginación. Otras las utilizan para hacer con su mente lo que no harían con su cuerpo. Otras las utilizan simplemente para enriquecer el momento sexual. Hay quienes fantasean estando solos, y en su autoestimulación se sienten acompañados.
Una fantasía puede ser muy erotizante en un momento de la vida, perder su estímulo durante un tiempo y volver a recuperarlo más adelante.
Resulta interesante saber que sin fantasías la vida sexual plena es imposible. Aunque compartimos con el resto de los animales nuestra sexo genitalidad instintiva, lo que nos diferencia de ellos es nuestra vida anímica, nuestras emociones, nuestra imaginación, nuestras vivencias espirituales, en síntesis nuestro SER humanos.
Fantasear nos recuerda que somos humanos, que automatizarnos sexualmente, como en cualquier otra área de la vida, no nos permite vivir plenamente.